sábado, 17 de octubre de 2015

Perdiendo el tiempo

Estoy de nuevo aquí, perdiendo el tiempo. Ya me he tratado de convencer que nada tengo que hacer aquí, muriendo de frío, debajo de las nubes grises y el horizonte ocre. 


Pero así soy, necia, si vas a quererme debes saberlo. Creo que después de todo no es tiempo completamente perdido. Algún día lo entenderán, pero no voy a rendirme, no dejaré de venir a explicarles.

No me cansare de venir a explicarle al cielo que ni su infinita inmensidad se compara con el cariño que para ti ha nacido en mi. De repetirle mil veces al aire que ni al bajar su temperatura activa los poros de mi piel como lo hacen tus manos. 

Seguiré perdiendo el tiempo humillando a ese aroma a tierra mojada y verde húmedo al compararlo con el olor de tu cabello mezclado con mis dedos. Aunque discutir con la luna que el mayor brillo es el de tu mirada y con el sol que el calor que me das vuelve el suyo prescindible. 

Pareciera que nada resulta de esa pelea con los árboles y las flores, pero si, si entienden cuando les hablo del amor que demuestras en cada detalle, del entusiasmo que tienes cada día y de la eterna dedicación que pones en tratarme. 


Después de todo no pierdo el tiempo, cuando el agua se rinde ante la sublime reseña que intento hacer sobre tus ojos, la belleza del atardecer se da por vencida ante mi convicción de que todo lo que veo es poco comparado a un nosotros. 


Perdiendo el tiempo o no, no desistiré de venir aquí cada tarde, a contemplar la sutileza con la que llegas, la ternura con la que me abrazas y la dulzura que expresas. Porque indefinido es lo que puede pasar, como indescriptible es lo que en realidad es amar. 


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