sábado, 3 de octubre de 2015

En un bar de La Habana

Le faltaba sol al cielo, mientras que la luz de luna bañaba el malecón, caminó sin rumbo en mente, sin embargo parecía que la salsa llamaba sus pasos.


Llego a "El Lucero", ese bar que además de ser testigo de algunos brindis de Ernesto Che Guevara y Fidel Castro, pudo albergar las cientos de miradas con las que se devoraron los dos, llegó ella, mexicana piel morena con sabor en la sangre, él un aventurero español, buscando aquello que no abunda en Madrid, vida cálida, vida latina. 


Platicaron de casi nada, pero sus ojos se dijeron mucho, una atracción casi indescriptible, como de cuento. 
Los ritmos no cesaban, al igual que el calor en la isla, conocieron casi todas sus tallas y medidas en un par de canciones, si idioma era el mismo, su pasión por la salsa parecida, la bachata les convenció, parecían una pareja de baile con historia, de esas que mueven los pies con sólo mirarse, de esas que giran y cambian ritmos con solo una sonrisa, de las que se van juntas del lugar, después de un buen beso... 


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