Su sonrisa desenfadada y sus labios inquietos eran el atuendo perfecto para no salir esa noche.
No entendía por qué, pero esa noche en particular lo quería más, lo sentía más cerca y en cada abrazo me sabía más suya. Se detuvo frente a la ventana y me preguntó "¿ya viste la luna? Está increíble." Y claro que estaba increíble, siempre me han gustado sus ojos cafés, sus manos grandes y su mirada transparente.
¿Pero qué tenía la luna? Nada mejor que lo que pudiera ver si él me cerraba los ojos con un beso, la luna está ahí, gigante, brillante e imponente para quienes no lo tienen a él, para quienes no pueden admirar algo mejor que la luna, para qué iba yo a ver la luna si él sabía perfectamente cómo llevarme a ella, cada vez que quería.
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